miércoles, julio 09, 2008
Recursos Humanos
Pasa que en su último día de trabajo, H. hace el recorrido diario con ojos distintos, viendo desde otro mundo, un mundo que no es el mundo de la calle donde camina, sintiendo que no pertenece más al universo del vendedor de garapiñados, al del inspector de boletaje que espera siempre en la misma esquina, al del repartidor de volantes al que siempre le rechazaba la entrega, incluso al del guardia del edificio donde trabajaba. H. sabe que, inminente su renuncia, no los verá más por un buen tiempo, al menos no diariamente, como lo hizo durante un mes y medio, cuando transitaba la concurrida avenida Pueyrredón en dirección a la oficina. Luego de hacer efectiva su dimisión, H. toma el colectivo en el lugar de siempre. La ruta del camión deshace el camino que hace unos minutos hizo H. a pie, por lo que desde el interior del bus, de pie y tomado con fuerza al pasamanos, H. observa a todas las figuras callejeras que van quedando atrás, teniendo la plena y contundente seguridad de que no tiene por qué extrañarlos.