domingo, abril 06, 2008

Amanecer Del Hemisferio

H. está enfermo de gripe, H. se enferma con frecuencia, a veces de gripe, a veces del estómago, a veces de mal humor, si es que puede esto clasificarse como enfermedad, a veces, las más, de resaca, pero estos últimos padecimientos, si quieren hablar de ellos, será en otra ocasión. Ahora hablemos de que H. está enfermo de gripe, o gripa, o, lo que es peor, de ambas, y, como hace la gente común, ya que H. es una persona común, decide no ir a la escuela, se queda en su departamento del barrio de San Telmo a guardar reposo. Después de dormir varias horas, le invade un inexplicable e insoportable fastidio de estar acostado, entonces H. se levanta y, después de orinar plácidamente, se dirige al living a ver televisión. Están dando La Pantera Rosa, pero como ha visto ya casi todos los capítulos, baja por completo el volumen y decide que prefiere dejar que Peter Bjorn and John suenen en su computadora, mientras ve la ahora muda tv. De pronto suena el teléfono. H., en el tiempo que lleva viviendo en este departamento, pocas veces ha oído timbrar al aparato, así que, presa de una inquietud y curiosidad irremediables, salta del sillón y levanta apuradamente. ¿Hola?, contesta H. Se da cuenta de que es una grabación quien le llama, así que, de la misma manera en que el piano de cola cae sobre la Pantera Rosa, un témpano de desilusión le cae encima a H. Por favor no cuelgue, le dice una voz femenina, estamos haciendo una encuesta acerca de audiencias televisivas. Entonces H., sin saber exactamente por qué, ya sea por soledad, ya sea por aburrimiento, ya sea por escuchar una voz distinta, ya sea por haber sido seducido por el acento argentino de la grabación, se pone a escuchar con atención las preguntas y a responder, vía teclado del teléfono, si hay en ese momento televisores encendidos en su hogar, el canal que ve, la edad que tiene, su nivel de educación, entre otras. Aproximadamente cinco minutos después, H. termina la encuesta y cuelga el auricular, pero una suerte de vacío o de fragilidad o de abatimiento le invade profundamente, advierte entonces que nadie en sus cabales contesta tales encuestas y, harto de la improductividad e ineficiencia que flota en el aire, se pone de pie, despierta al computador, que, al igual que él, hasta ahora había estado dormido, y se pone, cual poseso, a escribir esto.